Cuando cruzas el puente camino de Casa Julián de Tolosa y divisas la puerta del restaurante lo primero que te viene a la cabeza es ¡Ostia esta gente no se ha gastado ni un centimaco en la imagen del negocio! Aquí no ha puesto los pies un interiorista o diseñador desde que abrió sus puertas hace un porrón de años, concretamente en 1951. Pero que demonios, yo no voy a un restaurante a disfrutar de su estética, mi prioridad absoluta es disfrutar con los sentidos y doy fe que en Casa Julian se goza como en pocos sitios, especialmente si eres un carnívoro empedernido como es mi caso.