
Prepárate para conocer la receta de torrijas más brutalmente deliciosas que hayáis probado en vuestra vida. Porque esta es la receta definitiva, que os va a hacer pasar olímpicamente de la operación bikini, disfrutando de las cosas buenas de la vida sin complejos ni tonterías.Y te voy a contar un secreto… llevo más de 10 años perfeccionando esta receta. He probado mil variantes, he cometido errores que mejor ni os cuento, pero al final he conseguido ajustar la receta de torrijas perfecta. La que nunca, NUNCA falla.
¿Sabes cuál es el origen de esta receta? Pues resulta que en la antigua Roma, en el siglo I después de Cristo, un tal Marco Gavio Apicio, que era como el Gordon Ramsay de la época pero sin gritar, ya documentaba un dulce llamado «aliter dulcia». Pan empapado en leche y endulzado con miel. ¡Mira qué listos eran los romanos! Pero todavía no habían descubierto el huevo batido… Pobres, se perdieron la mejor parte. La cosa es que las torrijas llegaron a España y aquí se quedaron para siempre. En el siglo XV ya se hacían tal y como las conocemos hoy.
Torrijas de leche
Muy fácil 20 minutos 60 minutos 6
- 2 barras de pan para torrijas o de pan duro del día anterior
- 1 litro de leche entera
- 200 ml. de nata 35% materia grasa
- 100 gr. de azúcar
- 3 huevos
- 1 palo de canela
- la piel de un limón (sin la parte blanca)
- Miel
- Aceite de oliva suave


Vamos con el primer paso para preparar las mejores torrijas de leche tradicionales que hayas probado en tu vida, y aquí viene el primer truco: la infusión de la leche. Esto es lo que marca la diferencia entre unas torrijas del montón y unas torrijas de esas que hacen historia. En una cazuela grande, echamos el litro de leche y ponemos a fuego medio alto. Con la ayuda de un pelador de patatas, sacamos la piel del limón y para adentro. Fijaos bien: solo la parte amarilla. Si cogéis lo blanco, os va a amargar la vida… y las torrijas. Con tres tiras de piel de limón es más que suficiente para perfumar la leche y darle el toque cítrico que nos interesa. El resto lo guardas para los gin tonics.

Añadimos el el palo de canela entero, no hace falta romperlo. Si necesitas desahogar tu agresividad, vete al gimnasio, pero no lo pagues con el pobre palo de canela. La canela aportará un sabor bien rico a la leche, que luego encontraremos en las torrijas. Y este es uno de mis trucos especiales: la nata que hace que las torrijas queden súper cremosas. Pocas recetas usan nata, pero yo os digo una cosa, una vez que probéis torrijas con nata, ya no hay vuelta atrás. Y por último pero no por ello menos importante, añadimos el azúcar, no hay postre que se precie de serlo que no lo incluya. Déjate de edulcorantes, seamos serios. Remueve bien para que el azúcar se disuelva en la leche y cocinamos a fuego medio.

Ojo, no queremos que hierva como si fuera agua para pasta. Queremos que esté a punto de burbujear, que se vea como si estuviera temblando de emoción. En cuanto veáis las primeras burbujitas, apagamos el fuego. Ahora tapamos y dejamos que todos estos sabores se conozcan durante unos 30 minutos. Es como una cita romántica entre la canela, el limón, el azúcar, la nata y la leche. No los molestemos.

Transcurridos 30 minutos, la leche ya estará infusionada con el resto de ingredientes que le habrán aportado tanto su aroma como su sabor. Ahora vamos a pescar el palo de canela y colamos la leche para quitar las peladuras de limón. Ya han hecho su trabajo, y ahora se pueden jubilar.

Vamos con el pan. Yo he utilizado un pan para torrijas que compro en la panadería de mi barrio, por cierto ¡Aupa Santutxu!, pero puedes utilizar perfectamente pan duro del día anterior. Y aquí tengo que hacer una confesión: hace años corté mal las torrijas. Sí, sí, como lo oís. Las cortaba muy finas y se me rompían, o muy gordas y no se empapaban bien. Cosas de novatos. Cortamos en rebanadas las dos barras de pan. La medida perfecta son 2 dedos de grosor. Ni más, ni menos. 2 dedos es la medida universal de la felicidad en forma de torrija.

Aquí viene el momento crítico. Vamos a empapar el pan y esto hay que hacerlo con amor, con paciencia. Nada de prisa. Tenemos la leche infusionada en una fuente ancha que nos permita disponer todas las rodajas de pan sobre el maravilloso líquido lleno de sabor y aroma. Vamos colocando una a una todas las futuras torrijas en la fuente asegurándonos de que no queden muy apretujadas porque las vamos a tener que manipular. Primero empapamos por un lado y luego les damos la vuelta… El pan debe absorber la leche como una esponja. Dejamos que se empapen a conciencia durante al menos 30 minutos en la nevera. Yo sé que tenéis ganas de seguir avanzando con la receta, pero la paciencia es la madre de todas las virtudes culinarias. Las mejores torrijas son las que han tenido tiempo de absorber cada gota de esa leche aromática. Así que esperamos, mientas aprovechad para preparar el aceite, limpiar un poco… o simplemente para disfrutar de este momento de anticipación culinaria onírica.

Transcurridos los 30 minutos de rigor, las rebanadas de pan ya están empapadas y perfectamente hinchadas, después de haber absorbido todo ese maravilloso sabor. En una sartén grande echamos un buen chorro de aceite de oliva suave o de girasol. Queremos un aceite neutro que no compita con los sabores de nuestra torrija. Mientras el aceite se calienta, cogemos un recipiente mediano y batimos los huevos con energía, que se note que hemos desayunado con fundamento. Cogemos cada rebanada de pan empapada en leche, con mucho, mucho cariño… Son como bebés, muy delicadas y hay que manipularlas con cuidado para que no se rompan. Las pasamos por el huevo batido con mimo, rebozando completamente cada rebanada por toda su superficie, para que al freír queden bien selladas.

Para freír las torrijas, el aceite debe estar a 170-175 grados. ¿Cómo sabremos si está en su punto? Yo suelo utilizar el truco del palito de madera. Sumerge la punta de un utensilio de cocina de madera contra el fondo de la sartén. Y cuando veas que a su alrededor empieza a burbujear el aceite, es la señal de que está a punto para la fritura. Y directas a la sartén. La clave está en no agobiarlas. Fuego medio, paciencia y amor. Vamos friendo las torrijas por tandas de tres, para poder controlarlas mejor. Cuando veáis que están doraditas por un lado, les dais la vuelta con mucho cuidado. Cuando estén doradas por los dos lados, saca las torrijas del fuego con cuidado y procurando escurrir al máximo el aceite de la fritura. Colócalas en un plato con papel de cocina para retirar todo el exceso de aceite. Y continúa friendo el resto de torrijas, con paciencia poco a poco y dándoles el tiempo que necesitas para quedar bien doradas.

¡Y ya las tenemos! Pero aún no hemos terminado. Ahora viene el toque final, el que las convierte en auténticas torrijas de leyenda. Primero las dejamos escurrir en papel absorbente. Siempre, SIEMPRE hay que hacer esto. No queremos torrijas grasosas. Hay dos formas de rematar las torrijas una vez fritas y escurridas: pasarlas por una mezcla de azúcar y canela en polvo, o la que para mi gusto es la definitiva y las lleva a otro nivel, un buen chorrito de miel por encima. Coge el bote de miel y píntalas con un hilillo de miel por encima… Pero sin pasarse, que la torrija ya tiene su propio dulzor. Se trata de darles personalidad con el sabor de la miel.

Han quedado cremosas y jugosas en el interior, con esa textura que se deshace en la boca… Esto, amigos míos, es la perfección hecha torrija. Mmmmm… Esto es a lo que sabe la infancia, la tradición, el amor de las abuelas… Pero antes de que os lancéis a hacerlas en casa, dejadme que os dé tres súper consejos finales:
Primero: Si no tenéis pan del día anterior, podéis meter pan fresco en el horno a 150 grados durante 10 minutos. De esta forma se deshidrata y se seca.
Segundo: Las torrijas están mejor al día siguiente. Sí, como lo oís. Si las podéis hacer un día antes, mejor que mejor. Se asientan los sabores y están más ricas. Se conservan perfectas en la nevera tapadas con film.
Tercero: Añade la miel justo antes de comértelas.
Y hasta aquí la receta de las torrijas de leche más brutalmente deliciosas del universo. Si las hacéis en casa, que seguro que sí, subid una foto a Instagram y etiquetadme. Me hace ilusión ver vuestras creaciones.

- Utiliza pan especial para torrijas o pan duro del día anterior.
- Deja reposar el pan en la leche infusionada durante al menos 30 minutos dentro de la nevera.
- Temperatura media para el aceite, queremos sellar bien las torrijas, para que queden jugosas por dentro.
- Utilizar nata en la leche infusionada hace que las torrijas queden más cremosas.

Full House Brew Crew – Black flag
Full House Brew Crew es una banda griega de groove metal formada en Atenas y liderada por Vagelis Karzis (guitarra y voz). Conocida por su sonido potente y letras intensas, el grupo ha ganado reconocimiento en la escena metal europea desde su debut en 2009 con temazos como este Black flag.



